viernes, 1 de abril de 2011

JUAN PENUMBRA HACE DE LAS SUYAS

                        FRICANDÓ AMB MOIXERNONS
 
Juan Penumbra no podía creer lo que veían sus ojos tristones y más bien fatigados de ver sin mirar y ver muy a pesar suyo. Caminando sín rumbo por Ciutat Vella se encontró con que sus pasos le habían llevado al Carrer de Sant Rafael y que estaba a dos zancadas del Restaurante Casa Leopoldo, se paró, tomó aire, recuperó el precario resuello que permite más de cuarenta años de fumeque ininterrumpido -que tarde o temprano se acaban pagando-, acto seguido pensó que aún siendo una buena hora para comer, no era recomendable meterse en Casa Leopoldo solo como un viudo o alguien que no tiene con quien compartir mesa y mantel, además el mes ya había pasado su ecuador y había mermado sus posibilidades económicas y no era prudente hacer un dispendio prescindible o aplazable.


Juan Penumbra volvió sobre sus pasos para salir de allí cuanto antes y recuperar la Rambla, esa gran arteria en la que se podía diluir o ser engullido por ella hasta ser arrojado a una bocacalle prometedora o a la puerta de un garito en el que jamás habría entrado voluntariamente. Al final optó por ser el único timonel de sus pasos, por ser él quien escogiera un camino más o menos determinado sin la influencia del río de gentes que le arrastrara hasta dejarlo tirado en cualquier parte del recorrido hasta Colón o la Plaça Catalunya. Prestó atención a sus tripas y poner rumbo al Carrer de l’ Argenteria, concretamente al Restaurante Senyor Parellada. Camino del restaurante recordaba las espinacas con garbanzos que había comido en Sevilla en casa de unos amigos, la grata conversación mantenida y lo efímero del viaje. Uno siempre se va de Sevilla con ganas de volver. Juan Penumbra odiaba comer solo, pensó que era tarde para intentar acostumbrarse a ello y como consuelo siempre se repetía que mejor era solo que mal acompañado. El restaurante al que se dirigía era frecuentado por políticos, politiquillos, politiqueros, cantamañanas, lameculos y gente normal. Comer en el Parellada era una forma divertida de comer en solitario. Si le tocaba una mesa de la parte alta del restaurante podía observar las otras mesas mientras comía.

Las mezclas más inverosímiles de personajes  eran posibles en aquel figón: concejala ecologista comiendo con concejal independentista, diputado independentista con jefe de filas de los más españolistas, sindicalista con sindicalistas, exsindicalista metido a periodista limpiándole los zapatos a quien se tercie debajo las mesas y hasta alguna jueza que también odia comer sola.

Juan Penumbra entró en el restaurante y fue acomodado en la parte superior frente a otra mesa en la que comía una cuarentona de abultados senos y labios carnosos. Penumbra pensó en los posibles oficios que pudiera o pudiese desempañar tan esplendorosa mujer. De pronto se sobresaltó, era la potente voz de Eusebio Pujades,  su amigo de infancia y otras correrías quien le soplaba al oído: Es abogada, quiere acceder a la carrera judicial por el tercer turno, divorciada y se entiende con un rabulilla mucho más joven que ella que trabaja en el bufete de su ex marido. Un infanticidio, vaya.
Pujades había pasado inadvertido para Penumbra que iba, como siempre pensando en sus cosas ajeno a lo que le rodeaba y que tenía ya muy visto. Dani, el maître, había acomodado a Juan muy cerca de Pujades pero de forma que este al entrar veía a Pujades de espaldas.

                          

Eusebio Pujades “Sebiu” era abogado y no había ejercido nunca por pura vagancia, después de varios fallidos intentos y gestiones de su padre a muy temprana edad abandonó esa profesión y entró a trabajar de asesor en una empresa de detectives cuyo dueño, era paisano de Pepe Carvalho al que odiaba cordialmente y le pasaba casos cuando su cortedad de miras y sus sólidos principios católicos le impedían meter sus hocicos marcados por la viruela en asuntos en los que hubiera implicación de la Santa Madre Iglesia.

A Sebiu Pujades le acabó picando el gusanillo de esa profesión que aunque podía ocupar muchas horas, siempre eran cómodas de pasar: unas veces paseando, otras sentado tomando una copa (o varias), en automóvil, en fin, nada que requiriera grandes esfuerzos intelectuales ni físicos.

¿Qué es de tu vida cabrón?, ¡no cambiarás nunca, siempre moviéndote al olor de un chi-chi de primera división, Juanito maravillas!!!! No, “Sebiu” no, Maravillas no, Penumbra, bueno pues eso, Calamidades. Penumbra se percató enseguida de que no era necesario esforzarse en corregir a su amigo, dejó las cosas como estaban y accedió a compartir mesa con “Sebiu” dejando ver un rictus de fastidio y resignación.  Sabía que además de comer y pagar lo de los dos saldría del restaurante un pelín perjudicado a causa de los orujos que se vería obligado a tragar.

El mismo Dani les tomó nota. Yo quiero esas patatas con bacalao que recomendáis, dijo Juan a lo que Sebiu contestó: mira que llegas a ser previsible, Juanito. Penumbra asintió con la cabeza, De primero quiero una “paperina” de esas que ponéis con verduras rebozadas, Dani. De acuerdo, dijo Dani, ¿para beber? una botella de cava rosado de la casa y una de agua.

Las chanzas y bromitas de “Sebiu” empezaban a cargar a Juan Penumbra, prefería comer en solitario antes que aguantar a semejante botarate y urdió un plan maléfico.


Juan se levantó y con dirección al baño y a la salida de este se encontró con Ramón Parellada que le reconoció enseguida, se dieron un abrazo con repiqueteo de palmas en ambas espaldas, ¡cuánto tiempo Juan, cuánto tiempo Ramón!! ¿Has pedido ya? Sí pero tienes que hacerme un favor, dime Juan, si está en mi mano cuenta con él. Ramón: Desde tu móvil y fingiendo una voz de bombero o policía llama a este pájaro y dile que han entrado a robar en su pisito y que los muy cabrones como no han encontrado nada de valor le han pegado fuego y por tanto se requiere su presencia inmediata en el lugar de los hechos, ¿vale? Ramón exclamó: pero mira que eres “malparit”, a lo que Juan contestó: Se trata de “Sebiu”, ¿te refieres al Pujades? Sí al mismo Pujades, al que tengo sentado en mi mesa dispuesto a darme una pésima comida y una peor digestión. No sufras, dijo Ramón, eso está hecho y te mando una botella de Cava Kripta en cuanto se largue ese mamón. Gracias Ramón, eres un amigo y veo que has cambiado tus gustos y has dejado de beber esa mierda francesa que sabe a bidé, de lo cual me alegro todavía más. Por cierto: Dile a Dani que cambie las patatas con bacalao por un fricandó. Dalo por hecho, Juanito.


MOIXERNONS
                         

No hay comentarios:

Publicar un comentario