domingo, 26 de septiembre de 2010

POTAJE REPUBLICANO FEDERAL




El inspector Méndez descendía por Las Ramblas camino de su hábitat, ese hábitat que le era propicio para sentirse seguro, acogido por los rostros que le eran familiares y próximos. Personajes machacados por la vida o vayan ustedes a saber por qué. En medio de carteristas, putas viejas y baruchos en los que no se conocían otros licores que no fueran de garrafón. En eso que se dio de bruces con Pepe Carvalho que andaba buscando un figoncillo un poco tranquilo para comer algo contundente, cocinado por una mujer criada en los tiempos del hambre, capaz de recrearse añadiendo a una olla todos los trozos de viandas que le hubieran faltado en otras épocas. Esta era una condición indispensable según Carvalho para tener la seguridad de que comiera lo que comiera el plato no vendría menguado de tropezones.

Méndez y Carvalho se respetaban, se profesaban una admiración mutua que venía de lejos, de no pocos encuentros y desencuentros, al fin y al cabo los dos compartían visiones parecidas de lo que hay que comer y del trato constitucional que se debe dispensar a los mamarrachos que pegan a las mujeres.

Al encontrarse cara a cara ambos se interrogaron con la mirada, mientras un trilero que reconoció a Méndez plegó sus bártulos y salió corriendo en busca de un lugar más seguro al abrigo del puño de Méndez.

Carvalho preguntó: ¿Qué comemos hoy?, a lo que Méndez respondió: hoy comemos potaje republicano federal, a lo que Carvalho respondió con un ¡venga! que no ofrecía duda. Ambos se dirigieron a la calle de l’Hospital desde donde emprendieron un corto paseo hasta la Plaça de la Petxina, lugar en el que se radicaba desde la época en que Martínez Anido era gobernador de Barcelona, el Bar Petxina, ese figón angosto con polvorientas botellas de coñá de las que seguramente el Noi del Sucre había apurado alguna que otra copa para templar el ánimo después de dar esquinazo a los pistoleros pagados por la burguesía que hablaba catalán pero que miraba inequívocamente hacia Madrid.

¿Qué se come aquí? Preguntó Carvalho, a  lo que fue respondido por la bronca y gastada voz de Virtudes, la cocinera y medio propietaria del figón, con un gutural ¡Potajeeee!, a lo que Méndez y Carvalho respondieron: ¡Pues venga ese potaje!

Méndez y Carvalho fueron atendidos con rapidez, primero una ensalada de encurtidos con olivas machacadas a lo que siguieron los platos de potaje, un potaje hilvanado con paciencia, sin tropezones ni sacramentos, no hacía falta.

En recuerdo de los tiempos del hambre, Virtudes tenía la costumbre de hacer el potaje sólo con elementos botánicos que no siempre tenían un mismo origen: En esta ocasión, la judías no eran tales, si no faves asturianas y los garbanzos eran del sur, de Andalucía, el resto de elementos eran también de distintos lugares. El pimentón era extremeño de la Vera y los tomates, ajos, cebollas, hojas de escarola, pimientos, patatas y zanahorias venían de la franja costera que va desde el Prat hasta Pineda de Mar.

Ante tamaña dispersión de orígenes Carvalho pronunció una frase que fue asentida sin remilgos por Méndez: Esto es un potaje republicano federal. Me explico, dijo Carvalho.

Es federal por el diferente origen de los ingredientes y republicano por qué no concibo el federalismo sin República. Acto seguido los comensales brindaron con un vino tinto del Priorat servido en una frasca de vidrio. Virtudes, la cocinera, brindó con orujo.