domingo, 30 de junio de 2013

BERENJENAS DE DOS O TRES MANERAS...



 
 
 

 
 
 
El gato de Juan Penumbra era negro, fino en sus movimientos y cariñoso hasta la desesperación. No tenía un nombre estable, unas veces se llamaba Valentino, otras Félix. Resulta difícil que un gato responda a un nombre, aunque hay nombres que le pegan a un gato como a un Cristo dos pistolas. Suena ridículo y excesivo llamarle hijo o prenda a un gato.
Este gato en cuestión tenía la capacidad de enternecer a Juan Penumbra hasta hacerle asomar las lágrimas, era tierno y parecía captar aquellos momentos en que uno necesita una caricia. No en vano, Juan Penumbra afirmaba cada vez con más convencimiento que cuánto más conocía al género humano más le interesaba el reino animal.
Era hora de decidir qué comprar y qué cocinar. Decidir, era una palabra y un concepto que en aquellos días estaba muy de moda en Catalunya. Se hablaba del derecho a decidir, del derecho a poder decidir, al inalienable derecho de los pueblos a decidir…Por el momento, Juan Penumbra en vista del panorama y del celo decisorio en que habían entrado las distintas faunas indígenas optó por decidir algo más simple, ocioso y terrenal: ir al mercado, tomarse un café, darse una vuelta y olisquear por las paradas.
Ciertamente, el café le había sentado como sientan los elixires energizantes, es decir, bien o muy bien, cobrando una presencia de ánimo que le permitió sortear con éxito los culos abultados y los codos puntiagudos y artríticos de las señoras que se acercan a las paradas abriéndose dejando una estela de lesionados.
A su pescadera de cabecera le compró unas sardinas que estaban en su punto tanto de grosor como de longitud. Es precisamente en primavera- verano cuando el pescado azul está en mejores condiciones ya que su nivel de grasas está más alto y hace que su carne sea más jugosa. En otra parada compró unas berenjenas con las que decidió (ya salió otra vez) cocinar un par de rectas con esa hortaliza como eje fundamental. Por este orden pensó y mentalmente ya comenzó su elaboración: Berenjenas a la parmesana, Berenjenas cordobesas, Berenjenas [así, en mayúscula] con tomate, albahaca, mozarela y orégano.
De vuelta a casa, Juan Penumbra compró vino y cava, no debía faltar el elemento etílico que actuara de catalizador y disolvente de esas viandas que iban cobrando hechura aunque de momento fuera en la mollera de Juan Penumbra.
Mientras cortaba las berenjenas en palitos cortos y las sumergía en leche para preparar esa versión de berenjenas fritas a las que se les da un toque con miel de caña, recordaba Juan a los que se fueron, a los que no están pudiendo estar y a los que están y preferiblemente para Juan, son perfectamente prescindibles y por lo tanto están sobrándole.
Por aquellos días a Juan Penumbra le venía a la cabeza de forma recurrente y tozudamente insistente el recuerdo de una entrevista televisiva a un profesor de un colegio público de una zona pobre y por lo tanto con escaso y limitadísimo poder de decidir, en que pintaba un panorama hiriente o que debería serlo para cualquier conciencia mínimamente civilizada y sensible. El enseñante se refería ni más ni menos al cotidiano hecho de que existieran niños que se desmayaran en clase por falta alimentación, a niños que rebuscaban en las papeleras restos de bocadillo que otros niños con más suerte habían desechado.
Cuando Juan Penumbra era niño, había sin duda mucha gente que pasaba serias dificultades para llegar a cubrir todos los gastos de una familia, no había para caprichos, no había para gastos superfluos pero a ningún niño le faltaba un plato en la mesa y un trozo de pan acompañado de algo para desayunar y merendar.
La gravedad de estas situaciones enervaban tanto a Juan Penumbra como el tratamiento informativo que esta situación debería tener y no se le daba, no mereciendo más que unos esbozos someros y sesgados con unos brochazos de barniz de moralina.
Juan Penumbra iba friendo las lonchas de berenjena mientras pensaba en esas cosas, en el berenjenal en que todos estábamos metidos y en lo bien que se lo han pasado y pasan los que nos han metido en este lodazal.
Disponía Juan penumbra una capa de berenjenas, encima una capa de jamón cocido y salsa de tomate para acto seguido espolvorear queso Emmenthal y parmesano, repitiendo esta operación hasta que se acabaran las berenjenas, culminando con una buena capa de tomate y queso. El destino final de la bandejita era el horno precalentado a 200º, en el que debería estar una media horita, hasta que el queso fundiera y la capa superior adoptara un color ligeramente tostado. De las sardinas y las berenjenas cordobesas hablaré en otro momento, Juan penumbra me ha invitado a tomar una copa de cava en su terraza y no me lo quiero perder, pues las invitaciones de Juan suelen ser espléndidas, no faltando buenos cavas, jamoncito y conservas vegetales elaboradas por él mismo y que no se encuentran ni en las mejores tiendas de delicatesen.