CAZUELITA DE GARBANZOS CON ESPINACAS |
A Juan Penumbra le gusta el otoño aunque sea una estación
que invita a la melancolía. Su estación preferida es el verano, el calor, los
días largos, el mar los paseos; en definitiva esa forma de vida provisional del
estío. Hasta hace no mucho tiempo, Juan Penumbra vivía despreciando el
invierno, sufriendo el frío que vivía como una maldición, despreciando el otoño
al que le atribuía las causas de los males de media humanidad y los suyos
propios y solamente esbozaba una leve sonrisa cuando notaba síntomas de
primavera, una estación a la que amaba tanto como desconfiaba de ella.
Con el tiempo ha
aprendido a valorar las ventajas de cada estación, -que sin duda las tienen-
salir del verano para ir paulatinamente mutando los hábitos veraniegos e
incorporar sin darse casi cuenta los que son propios del invierno, es una de
las funciones según Juan Penumbra de esta maravillosa estación llamada otoño.
El otoño invita a cambiar los modos de vivir y la
vestimenta informal del verano muda en otros atuendos y usos más convencionales,
acordes con el cambio de temperatura y como no podía ser de otra manera lo que
comemos también sufre una mutación no poco relevante.
Con la caída de la hoja y los primeros aires frescos apetece
comer algo de cuchara que ayude a templar el ánimo y las vísceras. Se me ocurre
un caldito de gallina con un hueso de jamón y otro de ternera, con los
compangos que encarten y si es preciso le pondremos también un buen puñado de
garbanzos a los que después propondremos diversas utilidades todas ellas
exquisitas. Me viene a la memoria una de esas formas de acabar con los
garbanzos del caldo, me refiero a los garbanzos con espinacas a la manera de
Luz García cuando se pone el delantal.
Para esos garbanzos con espinacas necesitamos unas
espinacas que habremos cocido ligeramente y tendremos escurridas.
Pongamos pues una cacerola al fuego a calentar con un
buen chorro de aceite que no debe ser escaso y excesivamente abundante pues en
estos tiempos no hay que desperdiciar nada ni echar por el agujero grueso todo
lo que puede salir por otro más fino. Calentemos pues el aceite y echémosle un
par de dientes de ajo picados para que se doren, cuidemos que no se quemen los
ajos, añadamos las espinacas y removamos todo para que se mezcle bien y vaya
perdiendo humedad.
Una vez evaporado el líquido de las espinacas, añadamos
los garbanzos, removamos y a continuación echémosle un buen pellizco de comino;
seguidamente mezclemos bien y antes de añadir una buena cucharada de pimentón
de la Vera no ahumado le añadiremos un cucharón del caldo para que dé un poco
de fluidez al conjunto, removeremos y
después rectificamos el punto de sal y pimienta.
Hay quien primero fríe una rebanada de pan no muy grande
y después la machaca junto a los ajos fritos enteros. Aún gustándome ésa variante,
prefiero no añadir pan y que los ajos estén picados y mezclados con el resto de
ingredientes.
Propongo hambre y un buen vino para degustar este plato,
lo demás viene solo, en el caso de que venga, claro.
Ay qué pintón!!!
ResponderEliminarNo suele gustarme el invierno,¿y el otoño?.....no sabría decir si me gusta o no. Mezclo nostalgia de primeros días de clase, que tan lejos quedaron, y asumción de lo inevitable: frío y oscuridad durante demasiados meses.
En cualquier caso me pasa como a Juan Penunbra, me pide cuchara y este plato lleva el nombre de mi mesa, aunque dudo bastante que me quede igual.
Gracias por la receta Narcís, y por las formas :).
Amiga: las gracias deben ser para ti por heber recalado en esta bitácora solitária y un poco fría. Tus generosas palabras me llenan de satisfacción. Èl otoño también me recuerdan el rotorno a las aulas frías y ensotanadas... uff! menos mal que ya pasó, pero lo jodido es que está demasiado presente en el recuerdo. No puedo evitar usentir un desagradable escalofrío al acordarme del colegio.
ResponderEliminarGracias una vez mas, amiga.