El mes de julio tiene algo especial y mágico que enlaza con las hogueras de San Juan para proyectarse hacia el verano sin ninguna timidez ni complejo. A Juan Penumbra se le ocurrían cosas así cuando intentaba poner una coletilla al hecho frugal y anodino que es para mucha gente el paso de la primavera a una estación esplendorosa como el verano. San Juan es el “introito” el inicio o el ansiado beso que se cobra después de una ardua y laboriosa conquista, y, el mes de julio es la normalización del beso y el magreo con visita reiterada a los santos lugares.
Para Juan Penumbra el mes de Julio eran unos huevos estrellados o un plato de pescado hecho a la manera de los pescadores, salvando las importantes diferencias que existen entre ambos.
No dejaba de tener este mes, un algo dramático que percibía en el ambiente, como una nubecilla gris portadora de malos augurios que le perseguía hasta bien entrado el mes de agosto. No en vano Juan Penumbra cumplía años en los primeros días de Julio y al estar ya un poco añoso soportaba peor según qué putadas.
Sentir que el tiempo ha pasado y se ha llevado lo mejor de uno no es poca cosa por buena salud que se tenga, -aunque de eso no andaba tampoco sobrado- el notar que se inicia una pendiente que cada vez es más un salto en el vacío que lleva inexorablemente a la decrepitud. En definitiva percibir que ya no se es joven y sí aprendiz de viejo pone de mala leche, de muy mala hostia diría un servidor adelantándose a lo que quiera mejor expresar el amigo Penumbra.
Sí, sin paños calientes, Juan Penumbra está en horas bajas, cansado, hastiado, cada día más fóbico con la gente, más antipático y malhumorado. No le quito razón a este hombre que entrará en los cincuentayocho, que siente que tiene más pérdidas que ganancias y se siente estafado ¿Qué es su problema? claro que sí, esto es un problema suyo ya que se empeña en ver la botella medio vacía. Pero si la botella está medio vacía se debe a que te has bebido la mitad y no valen los autoengaños ni las tonterías: la botella está medio vacía y punto pelota. A Juan Penumbra los optimistas históricos recalcitrantes le generan violencia, les arrancaría la cabeza de una hostia bien dada. Le generan tanta mala hostia estos optimistas como las calienta braguetas que pululan por ahí.
Lo que no pierde Penumbra es su buena mano con los sofritos y los arroces, casi la única cosa que le motiva junto a algunas lecturas y algún que otro trago bien destilado. Hoy sin ir más lejos, fruto de esas alquimias mañaneras que le rondan por la cabeza de tanto en tanto, ha comprado tripa de bacalao, que va a guisar con arroz o con lentejas o con lentejas y arroz. Todo dependerá de la mala hostia que lleve el día que toque cocinar tan sabrosa materia prima.
De momento hoy comerá un arroz dominguero o dominical, ese arroz casero azafranado en su justa medida con un sofrito hecho con la lentitud consuetudinaria, cociendo el arroz con un fumet prodigioso que lleva mucho animalito con cascara de los que dejan un profundo sabor a mar.
Un arroz repetitivo, recurrente que según dicen no sabe siempre igual, que cada vez que se cocina tiene un punto que lo diferencia del anterior. Si bien esto es cierto, cada vez que se inicia este latiguillo en la mesa, Penumbra se pone serio, más bien solemne y pone sobre el mantel sus argumentos: Este debate está ya superado por los acontecimientos. ¿Qué acontecimientos preguntan los comensales? ¿Acaso no leéis la prensa, no veis los telediarios?, los comensales se miran perplejos, no saben qué decir y Juan Penumbra explota: Los últimos acuerdos adoptados por mayoría simple en las asambleas de los acampados en Sol y Plaza Cataluña, han decidido que esto no es así y que el arroz podrá llevar más o menos tomate, más o menos conejo o gambas pero siempre sabe a arroz.
Se podrá discrepar de lo decidido en asamblea por muy soberana que esta sea y en el fondo y la superficie Juan Penumbra está en total desacuerdo con la postura adoptada por el 15-M, lo que pasa es que Juan Penumbra está cansado de oír siempre la misma retahíla de tonterías más o menos cuando el personal se mete entre pecho y espalda la tercera cucharada de humeante arroz que en primera instancia abrasa más de la mitad de las papilas gustativas y el resto del pellejo de la boca. Por cierto: Para apagar estos fuegos orales Juan Penumbra ha pertrechado su nevera con una buena cantidad de cava bien fresquito.
Que tengan un buen día.
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